
El Boletín, en su empeño por destacar las personalidades que han contribuido al engrandecimiento de la Semana Santa y del Rocío, hace estación hoy en la figura de Juan Francisco Muñoz y Pabón en el centenario de su fallecimiento.
Muñoz y Pabón nació en el onubense municipio de Hinojos en 1866. Cursó estudios eclesiásticos en el seminario sevillano de San Isidoro y San Francisco Javier; en 1899 fue ordenado sacerdote; y, en 1903, a edad prematura, por oposición, se convierte en canónigo lectoral de la Catedral de Sevilla. Destacó por su fácil y florida oratoria, muy del gusto de las hermandades de la época.
Pero Muñoz y Pabón tuvo una figura poliédrica, como ha destacado Santiago Padilla, uno de sus biógrafos. De esta forma, en 1908 ingresa en la Academia de las Buenas Letras de Sevilla. Porque fue novelista, centrado en temas costumbristas, poeta o articulista; entendió que los medios de comunicación podían servir como instrumento de evangelización. También, como destacado partidario de la cultura popular andaluza, estuvo cerca de las cofradías.
Recién nombrado canónigo, estuvo próximo a la Coronación Canónica de la Virgen de los Reyes en 1904, formando parte, como secretario, de la comisión de fiestas de la Inmaculada, que constituyó el arzobispo Marcelo Spínola. Se trató de la primera coronación celebrada en Andalucía.
Años después, el Viernes de Dolores de 1913, protagonizó la denominada coronación popular de la Esperanza Macarena, cuando en presencia del cardenal Enrique Almaraz, le impuso a la imagen la corona diseñada por Juan Manuel Rodríguez Ojeda, amigo de Muñoz y Pabón.
En la Hermandad del Valle, a la que estuvo muy ligado, entre otras cosas, porque la Virgen compartía advocación con la patrona de Hinojos, llegó a ser teniente hermano mayor y asesoró a la hermandad en cuestiones patrimoniales.
También fue muy devoto de la Virgen del Rocío, estando considerado uno de los principales divulgadores de la devoción rociera. En particular, tuvo un destacado papel en la Coronación Canónica de la patrona de Almonte. El 25 de mayo de 1918, un año antes del acontecimiento, escribió en El Correo de Andalucía, fundado por Marcelo Spínola, valedor de la figura del hinojero, el artículo ‘La pelota está en el tejado’, considerado uno de los hitos en el proceso de Coronación de la patrona de Almonte; presidió la junta de caballeros que se constituyó al efecto; influyó sobremanera a la hora de definir el diseño de la corona que se iba a ceñir sobre la imagen, inspirado en la corona de la Inmaculada de Arfe de la Catedral de Sevilla; y aportó donativos para contribuir a la confección de la presea. Santiago Padilla ha señalado que, con la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío, culminaba el propósito de Muñoz y Pabón de exaltar la cultura popular andaluza.
Otro episodio destacado en la vida de Muñoz y Pabón fue la defensa que hizo a favor de la celebración del funeral del torero Gallito, también amigo del canónigo, en la catedral de Sevilla, privilegio reservado a reyes, autoridades eclesiásticas o aristócratas, pero no a toreros y, menos aún, de raza gitana. Aquella defensa provocó que el pueblo de Sevilla le regalase una pluma de oro que Muñoz y Pabón ofreció, a su vez, a la Esperanza Macarena, la gran devoción del infortunado torero.
No podemos terminar esta aproximación a la figura de Muñoz y Pabón sin hacer constar que su figura se ha visto envuelta en ciertos debates sobre controvertidas decisiones patrimoniales, como la sustitución del manto de José Ordóñez y Patrocinio Vázquez de 1905 para la Virgen del Valle o la sustitución del Cristo Atado a la Columna de la Hermandad de las Cigarreras. El antiguo manto del Valle, es el actual manto de salida de la Hermandad de la Oración en el Huerto, que procesiona en Huelva desde 1919. La imagen del Atado a la Columna, atribuida tradicionalmente al círculo de Pedro Roldán, fue sustituida en 1916 y en la actualidad es titular de la Hermandad Sacramental de Hinojos, pueblo natal de Muñoz y Pabón. Hay que hacer constar que más recientemente, el profesor Roda Peña ha atribuido la talla a Benito Hita del Castillo.
El canónigo falleció en Sevilla, ciudad que le ha dedicado una calle, el 30 de diciembre de 1920.
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