La Semana Santa de Huelva de 1920 es una celebración inmersa en un profundo e interesante proceso de renovación que se manifiesta con claridad a partir de 1912 y 1913. Son diversos los signos de esta transformación, pero probablemente los más evidentes sean, de un lado, la evolución que en esos años experimentan los pasos procesionales, muy especialmente, el paso de palio y, de otro, las modificaciones que se introducen en las túnicas de las hermandades.
La transformación del paso de palio puede analizarse, sobre todo, a partir de la introducción del color en las distintas piezas y de la ‘revolución’ de los bordados.

Durante el siglo XIX los colores característicos de los pasos de palio fueron los del luto y la penitencia, es decir, el negro y el morado, respectivamente. En Huelva, a partir de la segunda década del siglo XX se introduce el color en caídas del palio (bambalinas), faldones y, en su caso, respiraderos. Igual sucede en el atavío de las imágenes, que se abre a la utilización del color en sayas y mantos. De esta forma, se consigue acercar la imagen a los fieles con una estética más atractiva que empieza a buscar, intencionadamente, conmover a través de la belleza.
Al tiempo, el arte del bordado entra en su edad de oro gracias a la calidad de los diseños y de los talleres de bordados. Sin duda, el arte del bordado es el que más evoluciona en estos años, lo que propicia que, de piezas escasamente bordadas, se pase a otras en las que el bordado predomina, aportando belleza y esplendor. Se trata de piezas que alcanzan la excelencia gracias a diseños que incorporan nuevas formas y elementos decorativos inspirados en las corrientes artísticas del momento, como el regionalismo o el modernismo. Además, los dibujos recogen una rica simbología que, unida a la introducción del color, dota a las piezas de un coherente discurso catequético. Puede afirmarse con toda rotundidad que, en este período, el paso de palio empieza a definir su estética actual.
En las túnicas de las hermandades se producen dos cambios sustanciales, al albur de lo que sucedía en Sevilla. De un lado, la cola deja paso a la capa; precisamente, en 1920, la Vera Cruz, última cofradía en utilizar cola, deja de hacerlo. De otro, el color también empieza a llegar a las túnicas, que históricamente habían sido negras o moradas.
En este apretado repaso a la renovación estética de la Semana Santa onubense en las primeras décadas del siglo XX, citaremos, por último, los cambios que comienzan a producirse en las andas procesionales de los pasos de Cristo y de misterio, que ganan en aparato, dimensiones y mérito artístico. El primer gran cambio llega con el paso que José Gil ejecuta para la Hermandad de la Merced y que se estrena en la Semana Santa de 1913. Pero también habría que citar como hitos en esta evolución las andas que estrena el Nazareno en 1912 y las de las Angustias y las del misterio del Traslado al Sepulcro, ambas de la Hermandad del Santo Entierro.
En todos los cambios descritos, la influencia de la Semana Santa de Sevilla es clara. En aquellos años, las hermandades onubenses encargan piezas a contrastados artesanos de Sevilla, como Juan Manuel Rodríguez Ojeda o José Gil, o bien, adquieren imágenes o enseres que las cofradías de Sevilla descartaban y que llegaban a Huelva en propiedad o alquiler. En aquellos años la Semana Santa vivía un extraordinario proceso de renovación y modernización de la mano de artesanos geniales y las cofradías de Huelva supieron aprovecharse de aquel extraordinario momento de cambio en el que la Semana Santa sentaba las bases de la celebración que es hoy día.
Para completar el análisis del proceso de modernización de la Semana Santa onubense, es obligado advertir que caen en desuso ciertas representaciones de las cofradías que tuvieron gran aceptación en el pasado, como el Sermón del Paso o el Acto del Descendimiento y que dejan de encajar en la nueva Semana Santa que surgía con fuerza.
Todos los cambios que estamos refiriendo contribuyeron de manera decisiva a que el carácter popular de la Semana Santa se levantara sobre bases sólidas. Poco a poco, el protagonismo del pueblo, de las gentes corrientes, iría en aumento en un proceso que, en el caso de Huelva, se ha manifestado en toda su expresión a finales del siglo XX, tras la transición y el restablecimiento de la democracia.
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