
En 2020 se cumplen 125 años del nacimiento de Sebastián Santos Rojas, onubense de Higuera de la Sierra y uno de los imagineros más notables del siglo XX. Para la ciudad de Huelva realizó las imágenes del Nazareno y de la Virgen de Rocío y Esperanza. En la provincia cuenta con numerosas imágenes que se enmarcan en una amplia producción repartida, también, por Sevilla, Cádiz, Málaga, Badajoz o Madrid.
Sebastián Santos nació el 2 de noviembre de 1895, siendo el menor de 12 hermanos. Según cuenta su hijo, Sebastián Santos Calero, también imaginero y catedrático de Bellas Artes en la Universidad de Sevilla, nació en una pequeña casa de 3 piezas: cocina, comedor y habitación y 32 metros. De niño su principal entretenimiento era hacer figuras con el barro, afición que iba a más con el disgusto de los padres. Debido a su destreza, una familia de Higuera, la familia Girón Ordóñez, becó durante dos años los estudios de Sebastián en Sevilla. Regresó a Higuera tras esta corta experiencia sevillana con 13 años y no tuvo más opción que ayudar a su padre en faenas de albañilería y cuidado del ganado y el sembrado. Al poco, fallecen los padres y Sebastián marcha a El Pedroso con unos tíos.
Pasado un tiempo, comienza a trabajar en Sevilla en talleres de cerámica, ocupación que compagina con estudios en la Escuela de Artes y Oficios y Bellas Artes durante el período 1925-1930. A decir de su hijo, la formación adquirida en la Escuela dejó poca huella en su faceta creativa, porque para entonces, con 34 años, su formación autodidacta era ya sólida. Al tiempo que estudia, colabora con el estudio del escultor sevillano Delgado Braquenbury.
En 1933 contrae matrimonio con Francisca Calero, natural de Valverde. Cuando estalla la Guerra Civil, el matrimonio pasa unos meses en dicha localidad onubense. A comienzos de 1937 el matrimonio regresa a Sevilla y los encargos comienzan a acumularse ante la necesidad de sustituir las imágenes destruidas durante el enfrentamiento bélico. Ignacio de Cepeda, vizconde de La Palma, y Manuel Siurot le realizan encargos en estos primeros años de actividad creativa.
Ante el volumen de los encargos, tiene la necesidad de reunir a un equipo de colaboradores del que destaca Francisco Buiza, discípulo predilecto de Sebastián Santos que, en 1940, inicia una breve experiencia como profesor en la Escuela de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría, pero pronto se ve obligado a abandonar ante la imposibilidad de compaginar la docencia con la intensa actividad del taller. De esta forma, se centra en su actividad como imaginero, escultor y restaurador hasta el final de una vida que estuvo marcada por el profundo sentimiento religioso.
Sebastián Santos Calero, también imaginero, además de Catedrático de Bellas Artes en la Universidad de Sevilla, divide la etapa artística o creativa de su padre en 4 etapas: La primera, abarca de 1929 a 1936. Es un período con pocas obras en el que destaca el estudio anatómico de las imágenes, así como la espiritualidad que imprime a sus creaciones; la segunda se extiende entre 1937 y 1950. Es un período marcado por la gran cantidad de encargos, lo que dificulta que el artista pueda expresarse con libertad ante la necesidad de ajustarse a los modelos anteriores. En estos años se percibe la influencia de la iconografía que había admirado desde pequeño “en el mundo de las iglesias”, que tanto marcó a Sebastián Santos. También destaca el tratamiento de las manos de las dolorosas, así como los rostros. No se perciben influencias, lo que será una constante en su labor creativa. En este período acierta a fusionar el Neoclasicismo y el Romanticismo; así llega la tercera etapa, la que va desde 1951 a 1965. Está marcada por la riqueza de matices, fruto de la experiencia acumulada. Durante su trayectoria, había adquirido importantes conocimientos sobre la imaginería de los siglos XVI a XVIII. En particular, se deja sentir la influencia de Martínez Montañés, su principal referencia, y, en menor medida, de Duque Cornejo. Pero, siempre, dentro de una producción personal. En este período destaca la idealización de los rostros, el tratamiento de las manos y el pronunciado óvalo facial, en las dolorosas. En las imágenes cristíferas, llama la atención el tratamiento de la barba. La última etapa empieza en 1966 y se extiende hasta su fallecimiento en 1977. Se percibe cierta vuelta a los orígenes en el realismo de las imágenes, así como el virtuosismo que alcanza en las encarnaciones.
Entre la producción para Huelva hay que citar, además de las imágenes del Nazareno y de la Virgen de Rocío y Esperanza, las de la Virgen del Rocío y el Corazón de Jesús, ambas de la parroquia de la Concepción. En la provincia tiene numerosas imágenes, como la Virgen del Socorro de La Palma, la primera dolorosa que realizó; la Virgen de Montemayor de Moguer; la Virgen de la Coronada de Calañas; la Virgen del Valle de La Palma; la Virgen del Reposo de Valverde; la Virgen de Piedras Albas de Villanueva de los Castillejos; la Virgen del Mayor Dolor de Aracena; así como numerosas imágenes para Higuera de la Sierra. Por último, de la producción para la ciudad de Sevilla, en la que residió y a la que, en buena medida, le debe su celebridad, destacaremos la Virgen del Refugio de San Bernardo; la Virgen de la Concepción del Silencio; la Virgen de la Merced de Pasión; el Cristo de la Sagrada Cena; la Virgen de los Dolores del Cerro del Águila; la imagen de Santa Marta de la cofradía del mismo nombre; o el Cirineo de la Hermandad de Pasión.
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