En 2020 se cumplen 70 años de la gestación del manto de los Apóstoles, obra cumbre de los bordados rocieros.
El diseño de tan exquisita pieza es obra de Joaquín Castilla, mientras que la ejecución corresponde al taller de bordados del convento sevillano de Santa Isabel, que intervino bajo la dirección de Castilla.

Según explica Santiago Padilla, actual presidente de la Hermandad Matriz, en el libro ‘Rocío. La explosión de la gran devoción del sur en el siglo XX’, el 20 de septiembre de 1950, la Hermandad Matriz se dirigió por escrito a las hermandades filiales con la doble intención de presentarles la idea de la ejecución de un manto bordado para la imagen de la Virgen del Rocío y de recabar colaboración económica para el ambicioso proyecto.
En el escrito, se adelantaba la idea de incluir en el dibujo la heráldica de los municipios que, en la época, contaban con hermandades filiales y, se aprovechaba la ocasión, para reclamarles dibujos de los correspondientes escudos.
Días más tarde, el 9 de octubre, Joaquín Castilla dirigió un escrito al anterior presidente de la Hermandad Matriz y promotor del proyecto del manto, Manuel Escolar, con motivo del inicio de los trabajos de diseño. En la carta, ante su desconocimiento de la realidad rociera, Castilla planteaba la conveniencia de entablar contacto con el recién designado presidente de la Hermandad Matriz, Ventura Acevedo, y con la camarista, a fin de obtener información que le fuese de utilidad en su tarea.
Joaquín Castilla había entrado en contacto con los círculos rocieros poco tiempo antes, de la mano de Ignacio Cepeda y Soldán, vizconde de La Palma, a raíz del encargo que había recibido para realizar el diseño de la carreta del Simpecado de la Hermandad de La Palma. Muy probablemente, Joaquín Castilla y el vizconde se habían conocido en el seno de la Comisión de Arte Sacro de la Archidiócesis de Sevilla, según apunta Santiago Padilla.
Además de los bordados, el manto contiene piezas en marfil que fueron ejecutadas en el taller de Manuel Seco por Miguel González.
Los trabajos de bordado en el taller del convento de Santa Isabel no se iniciaron hasta 1952. El manto se estrenó inacabado en la romería de 1956 y completamente terminado, al año siguiente, con motivo de la procesión de la Virgen vestida de Reina por las calles de Almonte. Hasta la última puntada, Joaquín Castilla estuvo pendiente de los trabajos, visitando asiduamente el taller.
Respecto al estilo artístico utilizado en el diseño del manto, el propio Castilla explicó que es una “transición entre el renacimiento y el barroco”, a su juicio, el momento más “equilibrado y jugoso” del arte español.
El preció de la obra se fijó inicialmente en 250.000 pesetas, cantidad que durante la ejecución ascendió hasta 275.000 pesetas.
La realización del manto se enmarca, a juicio de Padilla, en el proceso de mejora del ajuar de la Virgen que se había iniciado en torno a 1948, cuando se promovió la realización de una nueva ráfaga y una corona de plata. Hay que señalar que, a la altura de 1950, cuando se encarga el manto de los Apóstoles, el ajuar de la Virgen del Rocío no destacaba por su calidad.
Estos dos escritos ponen de manifiesto que hace 70 años se gestó una obra exquisita y cumbre de los bordados rocieros, nacida del ingenio de uno de los más destacados diseñadores para cofradías de todo el siglo XX. Merece la pena detenerse a recordar una fecha tan redonda.
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