
En el año 2020 se cumplen 70 años de la hechura de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, obra del imaginero onubense Sebastián Santos. La talla se encargó para sustituir a una anterior de Ramón Chaveli que se vio afectada por un incendio fortuito declarado en la iglesia de la Concepción en abril de 1950, recién terminada la Semana Santa. El Diario Odiel del día 20 del citado mes lo contó así desde la sección de sucesos:
“Ayer tarde se produjo un incendio fortuito en la capilla del sagrario de la parroquia de la Purísima Concepción. Las llamas prendieron en la túnica de Nuestro Padre Jesús Nazareno cuya imagen ha sufrido desperfectos de alguna consideración. También ardieron algunos paños del altar, aunque ni el tabernáculo ni las imágenes de la Virgen de la Amargura y de San Juan han experimentado el menor daño. El hecho ha producido la natural consternación entre los cofrades y devotos, en general, de la sagrada imagen del Nazareno”.
La primera salida de la imagen tuvo lugar en la Semana Santa de 1951.
Según Sebastián Santos Calero, hijo del autor, el Nazareno se encuentra entre las mejores obras de Sebastián Santos. Se trata de una imagen de talla completa ejecutada en madera de ciprés, de 1,70 metros. Santos Calero, también imaginero y catedrático en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, destaca de la talla el modelado de la cabeza, que evoca la mejor imaginería del siglo XVII y, en particular, a los maestros de la escuela sevillana, así como el minucioso estudio de manos y pies.
Como curiosidad apuntaremos que el precio se fijó en 25.000 pesetas. El artista ejecutó la imagen con 55 años. Fue la primera talla procesional de Sebastián Santos para una cofradía penitencial de la ciudad. Lamentablemente, habría que esperar casi 25 años para que llegara la segunda: la imagen de la Virgen de Rocío y Esperanza. Antes de 1950, sí había realizado imágenes para la iglesia de la Concepción, concretamente las de la Virgen del Rocío y el Corazón de Jesús. Además, tenía abundante producción en localidades de la provincia.
Santos Calero, enmarca la obra en un período pleno de vitalidad y entusiasmo para Santos Rojas. Había quedado atrás la etapa de posguerra en la que, ante la necesidad de reproducir imágenes destruidas en los enfrentamientos de 1936, los comitentes habían pedido al escultor en demasiadas ocasiones que las obras se ajustasen al modelo de las imágenes perdidas, lo que, obviamente, limitaba la creatividad. Santos Calero destaca, de este período, la riqueza de matices a la que llega el artista después de la experiencia acumulada en una trayectoria que le había permitido conocer en profundidad la mejor imaginería andaluza de los siglos XVI a XVIII. Aunque la producción del imaginero de Higuera de la Sierra tiene un sello personal, Santos Calero destaca, en esta etapa, la gran referencia que supuso Martínez Montañés, tan admirado por Sebastián Santos. Otros aspectos que caracterizan la producción cristífera deI período son la idealización de los rostros, los ojos almendrados, la barba detallada, la nariz aguileña o el tono más tostado de las encarnaciones.
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