
En el día de ayer, 14 de octubre, cuando faltan más de cinco meses para el Domingo de Ramos, la asociación de fieles de la Borriquita de La Roda de Andalucía se convirtió en la primera cofradía andaluza en comunicar la suspensión de la estación de penitencia de 2021.
La decisión de la cofradía sevillana advierte de que el tiempo que resta hasta la próxima Semana Santa puede convertirse en un galimatías entre los partidarios de realizar algún tipo de culto público y los que se decantan por evitar todo riesgo y celebrar la próxima Semana Santa en el recogimiento de los templos.
Este debate cruzado de gestos y declaraciones, que lleva días barruntándose en los medios de comunicación, no beneficia a la imagen de los cofrades. Primero, porque transmite cierta descoordinación y ruido de fondo. Pero también porque, por momentos, desentona con la realidad que, a día de hoy, ofrece la pandemia en España.
Es cierto que evitar, en los próximos meses, este debate cruzado entre los partidarios de una u otra opción no es tarea sencilla. Menos aún, cuando se carece de un órgano que, bien a nivel provincial, bien a nivel andaluz, coordine la situación.
Las reuniones de los presidentes de los Consejos de Hermandades de las capitales de Andalucía y Jerez han supuesto un avance en mitad del vacío. Pero son muchos los municipios y muchas las hermandades que caen fuera del radio de influencia de este nuevo foro.
En esta situación y cuando la pandemia ha cobrado fuerza de nuevo, evitar que los cinco meses que restan hasta Semana Santa sea un tiempo de permanente debates cruzados, parece un empeño prudente.
Entre otras razones, porque la decisión última acerca de cómo celebrar la próxima Semana Santa, en el actual contexto de pandemia, no corresponde a los cofrades, que podrán debatir y plantear alternativas. Pero nada más. A la hora de la verdad, la decisión se adoptará en otras instancias, como corresponde a una situación tan delicada como la que vivimos.
Entre tanto, y en aras de evitar, en la medida de lo posible, el ruido de fondo, se antoja recomendable despejar ciertas incógnitas. Por ejemplo, sería bueno, aunque tampoco es sencillo, que las autoridades políticas en Andalucía se coordinen y fijen un plazo límite para tomar una decisión acerca de la próxima Semana Santa.
También sería positivo que los presidentes de los consejos de hermandades y los hermanos mayores definan, en tiempo razonable, alternativas concretas para celebrar la próxima Semana Santa. Este anuncio disiparía temores y especulaciones y arrojaría transparencia, en aras de que la decisión final tenga el mayor respaldo posible.
Quedan más de cinco meses hasta el Domingo de Ramos. Tiempo suficiente para tomar decisiones con cierta calma. Dejemos trabajar a quienes tienen responsabilidades en la materia y pongamos de nuestra parte para que la imagen de los cofrades sea la que corresponde a un momento tan delicado como el que nos ha tocado gestionar.
La Semana Santa es una celebración eminentemente popular. Por tanto, debería ser un objetivo que el pueblo respalde y comparta la decisión que finalmente se adopte. Si el pueblo, que cada año se echa a las calles en Semana Santa, no comprende la decisión que, llegado el momento, se adopte, el error habrá sido clamoroso.
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