
Hoy, 8 de junio, se cumplen 101 años de la coronación canónica de la Virgen del Rocío. Con este motivo, en los últimos días hemos publicado noticias a modo de aproximación a este acontecimiento extraordinario de la devoción rociera. Hoy pondremos en el detalle en la importancia que la coronación tuvo para el proceso de fijación iconográfica de la imagen de la Virgen del Rocío.
Según explica Julio Mayo, el atuendo de la Virgen aquel 8 de junio resultó de un completo proceso de estudio y análisis: se analizaron las pinturas de los simpecados de la época, los grabados más antiguos de la imagen de la Virgen del Rocío, estampas, el atavío de otras devociones de Andalucía…el objetivo era subrayar la “majestad y divinidad de la imagen desde una ermita en la marisma” y presentarla como reina de la paz y reina de Andalucía. Con esta finalidad, se decidió poner el acento en “el prestigio y la antigüedad de una devoción tan extraordinaria como la rociera”.
Una vez realizado el estudio, y con fundamento histórico, se acordó recuperar algunos de los atributos más antiguos del ajuar, como la ráfaga de los Tello de Eslava. Se trata de una pieza de 1733 que la Virgen había dejado de utilizar en el siglo XIX en favor de la ráfaga de rayos. Aquel 8 de junio la Virgen volvió a lucir la ráfaga de punta de los Tello de Eslava que, a partir de ese momento, se convertirá en un complemento característico de la Virgen y en un elemento clave en el proceso de fijación iconográfica de la imagen. Como curiosidad, apuntaremos que el día de la coronación la ráfaga se dispuso al revés, lo que favoreció el mayor lucimiento de la corona.
Otro atributo clave es, precisamente, la corona de Espinosa de los Monteros de 1919. Como ya hemos tratado, la elección del diseño de la corona no estuvo exento de cierta polémica. Porque la hermana del cardenal Almaraz había pedido proyectos a distintos talleres de orfebrería de Sevilla, mientras que Muñoz y Pabón quería una corona inspirada en la de la Inmaculada de Arce de la Catedral de Sevilla. Finalmente, se impuso el criterio del canónigo, si bien se introdujeron ciertas modificaciones respecto del modelo original.
Tanto éxito tuvo el diseño de la corona, que la Hermandad Matriz, a finales de la década de los 40, encargó a Manuel Seco otra con el mismo diseño, pero en plata sobredorada. Con los años, la corona se ha convertido en un elemento que ha contribuido a fijar el modelo iconográfico y a hacer reconocible la silueta de la imagen. De ahí que, con motivo del centenario de la coronación, la nueva corona ejecutada por los hermanos Delgado y ofrecida por las hermandades filiales haya respetado el volumen de la corona de 1919.
Al igual que sucedió con la corona, también en los años 40, la Hermandad Matriz contrató con Seco Velasco una réplica de la ráfaga de los Tello de Eslava. De esta manera, quedaba de manifiesto, de manera inequívoca, la voluntad de la Hermandad de respetar una iconografía exitosa que, con el tiempo, había hecho posible que la imagen fuese reconocible en cualquier parte del mundo. Procede recordar en este punto a Carrasco Terriza quien, a propósito de la fijación iconográfica de una imagen, ha subrayado que a través de la repetición de un modelo iconográfico se llega a su fijación, lo que favorece que una imagen sea reconocible por el fiel que le reza y solicita favores.
También se ha apuntado a la decisiva participación que en todo el aparato dispuesto aquel 8 de junio tuvieron dos personajes: Juan Francisco Muñoz y Pabón, natural de Hinojos, devoto rociero y canónigo lectoral de la catedral de Sevilla, que aportó sus conocimientos sobre Teología y simbolismo, y el diseñador sevillano Juan Manuel Rodríguez Ojeda, persona que por aquellos años estaba renovando profundamente la estética de la Semana Santa dentro y fuera de Sevilla.
De esta forma, la coronación canónica de la Virgen del Rocío influyó en el proceso de fijación iconográfica de la imagen. Una prueba más que constata que la coronación representa un hito en la historia de la devoción rociera.
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