
Es evidente que no son tiempos sencillos para las hermandades. En 2020 no ha habido salidas procesionales y 2021 no pinta demasiado bien. No salir a la calle, no es un asunto menor para este tipo de asociaciones. Por causa de fuerza mayor, se ven privadas de un acto esencial, de gran parte de su razón de ser.
Pero las cofradías saben bastante de contratiempos. Porque su historia, que se cuenta por siglos, está escrita con no pocas crisis motivadas por razones diversas.
Siempre supieron las cofradías sobreponerse a la adversidad. Ahora toca hacer frente a un nuevo contratiempo que ha alterado profundamente el día a día de las hermandades.
Y se está haciendo bien. Muy bien. Porque lejos de amilanarse o cruzarse de brazos a esperar que amaine la tormenta, sacando las mejores enseñanzas del pasado, las hermandades han dado un paso al frente, en todos los órdenes, que merece ser destacado.
Digno de elogio es el compromiso social que vienen demostrando en los últimos meses, en los que se han redoblado los esfuerzos para atender las crecientes necesidades. Aún así, no son pocos los que desconocen la labor social que despliegan las hermandades, por lo que no está de más afanarse en divulgar una línea de trabajo que, cada vez, cobra más importancia para cualquier corporación.
En tiempos de confinamiento, primero, y de limitaciones de aforo, después, las hermandades han mantenido los cultos, que, ahora, además, se transmiten a través de las redes sociales corporativas y llegan, de esta forma, a más personas.
También han aprovechado la oportunidad que representan las redes sociales para estar cerca de los hermanos y devotos cuando la cotidianidad se ha visto alterada: con imágenes, con el ángelus, con el evangelio del día, con informaciones…
Cuando la pandemia ha obligado a prescindir de ciertos actos de piedad popular, como los besamanos, las hermandades han reaccionado celebrando actos de veneración para que su presencia no decaiga un ápice.
Como la ausencia de normalidad se deja notar en las tesorerías, las hermandades han aprobado medidas responsables, que buscan la solución dentro y no fuera, para paliar la merma de ingresos.
En materia patrimonial, el esfuerzo que se está realizando es mayúsculo, no sólo manteniendo los proyectos que se encontraban en marcha, sino promoviendo otros nuevos, de indudable calado, que contribuirán a conceder mayor proyección a la Semana Santa onubense.
Con esta encomiable actitud, paradójicamente, las hermandades, en tiempos de adversidad, no solo no han perdido visibilidad, sino que tienen una presencia notable en las parroquias, en los barrios y en el día a día de la ciudad. Y se trata de un hecho extraordinario que las hermandades se hayan ‘reinventado’ con tanta facilidad en tan poco tiempo y se hayan sobrepuesto con audacia al contratiempo de la pandemia. De aquí, que El Boletín quiera hoy aplaudir el ejemplo que diariamente ofrecen las hermandades en este tiempo raro que vivimos.
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