
Tres han sido las advocaciones que la Virgen ha tenido a lo largo del tiempo: Nuestra Señora de los Remedios, Nuestra Señora de las Rocinas y Nuestra Señora del Rocío.
La de Nuestra Señora de los Remedios es una advocación universal que se menciona en la leyenda de la aparición de la imagen. Según cuenta, llevaba inserta en la espalda una inscripción con la citada advocación, mediante la que se invoca ayuda y solución. El cambio a la segunda advocación debió producirse, según la hipótesis de Murphy y González Faraco, en los primeros compases de la devoción.
La de Nuestra Señora de las Rocinas es un toponímico que hace referencia al lugar en el que se venera la imagen, una ermita situada junto al arroyo de las Rocinas. El término rocinas parece vinculado a las yeguas que solían beber en las inmediaciones. Con la expresión Nuestra Señora de las Rocinas, para Murphy y González Faraco, se presenta a la Virgen como Señora del lugar y como símbolo de protección de sus moradores. Los autores explican que el cambio de una advocación universal a otra local, como es el paso de Nuestra Señora de los Remedios a Nuestra Señora de las Rocinas, es común en la religiosidad popular.
El primer documento localizado en el que se invoca a la imagen como Nuestra Señora del Rocío data de 1641, según la investigación de Muñoz Bort. Parece que hasta 1675 coexistieron las dos advocaciones: Nuestra Señora del Rocío y Nuestra Señora de las Rocinas. El cambio de una advocación local (Rocinas) a otra general (Rocío) no es tan frecuente, según Murphy y González Faraco, quienes explican que los cambios en las denominaciones de las imágenes sagradas no son casuales y responden a cambios sociales de diversa índole. Son varios los autores que sostienen la posibilidad de que el cambio de advocación se produjera por la mediación que prestó la Virgen en tiempos de sequía, fenómeno que tenía penosas consecuencias para una localidad como Almonte, cuya economía se basaba, predominantemente, en la agricultura y en la ganadería. La hipótesis se apoya en estudios que señalan las sequías que afectaron a la provincia de Huelva durante la época. Carrasco Terriza apunta que la Virgen pudo prestar el rocío mañanero que tanto bien hacía a los cultivos y que, en la época, también se solicitaba a las imágenes sagradas, al igual que se hacía con la lluvia. Pasado un tiempo, se proporcionó fundamento teológico al cambio de advocación explicando que Rocío hace referencia a los dones del Espíritu Santo. No obstante, hay que precisar que las reglas de la Hermandad Matriz de 1758 señalan que el cambio de advocación se hizo no sin “mystica alusión”. Carrasco Terriza explica que la advocación Rocío evoca el dogma de la maternidad divina.
Julio Mayo, por su parte, precisa que Rocío es un toponímico de origen luso utilizado para hacer referencia al lugar en el que se congrega el ganado para beber y añade que la Virgen se presentaba como guardiana del mejor recurso que tenía el municipio de Almonte: el bosque en el que se alimentaba el ganado. Mayo también cuenta cómo los almonteños, cuando sacaban a la imagen en procesión de rogativas, una vez ingresaban en la parroquia, pedían la lluvia con voces espontáneas.
La invocación como Blanca Paloma, un segundo nombre propio de la patrona de Almonte, a juicio de Carrasco Terriza, tiene para el autor un origen popular en cantos y vítores del siglo XIX, concretamente de 1834 o 1875. Pero es un símbolo coherente desde un punto de vista teológico, puesto que la paloma es el signo elegido para que el Espíritu Santo se manifestara a Jesucristo en el Jordán.
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